Elaborado por: Javier Medrano Director y CEO de la agencia.
Una década atrás, los guionistas de Los Simpson lo hicieron de nuevo. Imaginaron un medicamento que inducía a un optimismo ciego. En el capítulo que hago mención, Lisa tiene que realizar una presentación en la escuela sobre cómo se verá Springfield dentro de cincuenta años.
Siempre responsable inicia su investigación y termina describiendo un futuro negro para la ciudad. Su presentación es tan terrorífica que sus maestros, aterrados, le dicen a sus padres que la manden a una psiquiatra. La especialista, después de verla, le diagnostica “una profunda desesperanza por la realidad” y le receta Ignorital.
Con ayuda del fármaco, la percepción de Lisa hacia el mundo cambia. Libre de su angustia, se transforma en una persona con un optimismo abrumador. Las nubes se le aparecen como ositos sonrientes y, en su mente, no deja de sonar la canción “What a Wonderful World”.
Pero, tanto optimismo molesta a sus padres y frente a su delirio de felicidad, deciden suspenderle la dosis de Ignorital. Marge y Homero se dan cuenta que es más fácil lidiar con la Lisa pesimista, que con la nueva, la del optimismo desaforado.
La idea de que un medicamento pueda ayudarnos a ignorar las partes negativas de la realidad y que nos resulte posible soportar la incertidumbre, no está limitada a la ficción.
Durante décadas, la ciencia ha intentado encontrar una manera de controlar los recuerdos traumáticos de los veteranos de guerra o de las víctimas de otras formas de violencia. Estos estudios a veces indican que el mismo fármaco que le permite a alguien olvidarse de un hecho traumático puede ser de especial ayuda para quienes hayan sufrido una violación o algún tipo de ataque aberrante o de abuso sexual.
Pero surgen preguntas inquietantes. Si es posible o deseable borrar solamente partes selectas de la memoria de las víctimas, qué pasaría si quienes perpetran los delitos o los abusos violentos acceden a esa clase de fármacos, para borrar de su memoria el daño ocasionado a sus víctimas y así evitar que los identifiquen o los imputen.
Para efectos de este breve informe de escenarios, la conclusión es que incluso sin sustancias como el Ignorital, la gente encuentra la manera de ignora o negar la amenaza hacia su bienestar o un conflicto gravísimo que pueda, incluso, poner en riesgo su vida.
Se asume la pasión por la ignorancia.
De hecho, cada época está marcada por su propia ignorancia. Desde las grandes imbecilidades de la Edad Media, pasando por la guerra de Rusia contra Ucrania – quizás la locura más grave del siglo XXI y que tiene a todo el mundo en vilo – hasta la profunda mediocridad de líderes que no pueden llegar a acuerdos en defensa del bien común.
Para complicar aún más las cosas, y esto no es un descargo hacia los operadores oficialistas y de oposición, las personas a menudo optan por la ignorancia o la negación de los conflictos. No miden sus consecuencias y, luego, cuando Roma está ardiendo, pierden la cabeza y sentados en un vereda, ambos bandos, se miran de frente con los ojos extraviados.
Lo patético es que el Gobierno se ha tomado una caja de Ignorital. Acojonado de risa abraza, fervientemente, la pasión por ignorar el conflicto minero en la ciudad de La Paz, que la tiene bloqueada y sumida en caos; de la escasez de gasolina generado por sus propios esbirros monolíticos y descerebrados. El Gobierno, feliz y saltando en un campo de flores, minimiza los paros, aunque sean por 24 horas de otros departamentos como Trinidad, Tarija y Cochabamba reclamando un censo el 2023. Bailando, ha convocado a una cumbre “plurinacional” en Cochabamba para generar más conflicto y peleas sociales. Dividamos, confrontemos. Nosotros tenemos la verdad. Ellos no. Claro, nosotros tomamos Ignorital, ellos, en cambio, café negro.
Riendo hablan de la derecha golpista y se tuercen de risa porque ni ellos mismos se creen ya el mismo chiste cansino repetido en cada circo que montan. Los efectos de Ignorital provocan, también, alucinaciones, y los operadores del Gobierno creen que lanzando a las calles una operación policial coordinada para desbloquear las rotondas, pacificará a Santa Cruz. O mejor aún, cercándola y enviando grupos de choque, vencerán en las calles. Se viene la de san quintín, si piensan que ese es el camino. Pero, claro, están sobre medicados.
Con el dolor de estómago de tanta carcajada, desde su palacio miran arder el país y le dicen al payaso mayor - que vive en sus cuarteles narco cocaleros del Chapare - que todo está bajo control y que el niño ministro ya tiene un plan. El uso de la fuerza. Y que una madrugada, después del viernes, una vez terminada la fiesta de la cumbre plurinacional, retomarán el control.
Más allá de esta parodia, y sin alucinógenos de por medio, las tensiones están creciendo y si la violencia llega a suscitarse en las calles de Scz, los que no han salido a sus rotondas a bloquear, saldrán por la presión social, vecinal y comunal. Propios y extraños, saldrán a luchar por el censo y después, la lista empezará a crecer en demandas mucho más duras como la liberación de detenidos, el pedido de la investigación de muertos en las calles y un largo etcétera al que nadie, en su sano juicio, quiere enfrentar.
Salvo, obviamente, los consumidores de Ignorital.