Elaborado por: Javier Medrano Director y CEO de la agencia.

Ahora que estoy muerta, lo sé todo



Pasaron varios años para que, por fin, me encuentren torturada, violada y mutilada, en una fosa de apenas metro y medio de profundidad, junto al dormitorio de la madre y hermana de mi asesino. Ahora que estoy muerta, lo sé todo. Reconozco los ojos negros, fríos y punzantes de mi carnicero. Su rostro redondo, aniñado, me confundió. Su disfraz fue astuto. Me solté y me puse a conversar con él. Le conté cosas mías. Le hablé de mis sueños. De mis ganas de crecer, de trabajar.

Con sus artimañas me embaucó y, una vez que supo que estaba malograda, en el piso, violentó mi cuerpo. Su aliento fétido, me provocó náuseas y desmayada sentía los embates. Ese día caí en sus fauces. No pude zafarme. Me devoró a dentadas. Por más que luché, su peso y fuerza sobre mi pequeño cuerpo fueron demasiado grandes. Ahora que estoy muerta, recién me doy cuenta de que jamás tuve escapatoria.

La tierra fría y húmeda atenazaron mi cuerpo. Mi cabello se hizo una pasta de barro y mi boca y garganta se llenaron de piedrecillas. Mi cabeza giró mil veces desencajada de la columna. Quise despertar, reacomodar mis huesos. Sacar fuerza y respirar hondo. Volver a caminar. Huir de mi aposento. Pero mi cuerpo ya no me respondió. Tuve la esperanza de ser descubierta pronto. De que sería rescatada por alguien que con sus manos grandes y fuertes abrieran de golpe mi prisión y mi cuerpo resquebrajado recupere su vida. Soy tan joven. Merezco una segunda oportunidad. Quiero ser madre. Quiero enamorarme. Quiero viajar. Siempre quise conocer otras ciudades. Me encanta la música. Quiero bailar y que mi cuerpo sea de nuevo elástico, que salte que brinque, que corra. Acaso es un mal sueño. Quiero despertar. Cada vez me ahogo más. Esta tierra no deja de meterse en mi garganta.

Ahora que estoy muerta, caigo en cuenta que ya es demasiado tarde. Estaré extraviada por años y el césped ralo y frío apenas será una delgada cobija. Todos los días tengo frío. Mi piel raída se estremece cada que vez que los pasos de mis asesinos, una y otra vez, pisotean mi cuerpo. Todos los días me violan. Todos los días me castigan. Todos los días me hunden más en esta pequeña fosa.

Ahora que estoy muerta, me entero que mis malhechores tienen protección. Una red de abogados, de jueces, de fiscales, de policías, de autoridades los mecen en sus brazos. Les velan sus sueños. Con razón sus andanzas son descaradas. Matan a destajo. Ríen a carcajadas. Sin pudor alguno, llaman a mis padres pidiéndoles dinero por mi rescate. Por mis huesos. Exprimen las lágrimas de mi madre. Juegan con el dolor de mi familia. Compran ropas, bebidas. Se van de fiesta y ebrios botan sobre mi sus orines y heces.

Mis amigas, mis compañeras, mis hermanas de suelo, ahora que están muertas se dan cuenta que ya nada pueden hacer.  Compartimos las mismas penas, a los mismos asesinos. Somos mitades de la misma muerte y boca abajo nuestros gritos secos por ayuda apenas se escuchan. Hay noches que nos rebelamos. Juntamos nuestros alaridos. Nos movemos un poquito. No desfallecemos. No estamos inertes. Mañana lo intentaremos de nuevo, hasta que alguien nos escuche.

Ahora que estoy muerta, sé que todo depende del azar. De una pequeñísima suerte para que vuelva con mis padres. Para que calmen su dolor, aunque sea en un velorio atrasado y, por fin, pueda descansar arropada de amor. Ánimo amigas. Quizás mi tristísima suerte sea de ayuda para ustedes y nos reencontremos en un parque para conocernos mejor, porque somos iguales. Somos las mismas. Somos hermanas de tierra y de sangre.

Ahora que estoy muerta, lo veo. Nunca tuvimos opción. Nos tendieron una trampa gigantesca. Son muchos. Demasiados los que cada día beben sus wiskis y borrachos se mofan por ser los grandes torcedores de la ley, de asesinar y disfrutar de la impunidad de violar a niñas, de creerse los machos. Ahora que estoy muerta, lo entiendo y me duele mi corazón aplastado, de saber que muchas más llenarán mi fosa vacía. Que siempre habrá una tumba a metro y medio de profundidad en un descampado con una de mis hermanas enclaustrada, porque ahora que estoy muerta, recién lo sé todo.

Que tu lengua no atropelle a tu cerebro

Por otro lado, a mi juicio, también deberíamos comprender el valor del diálogo y sus silencios. No de estar “silenciado”, ojo. Lo aclaro para cualquier despistado. El silencio es una bendición, un bálsamo. Son muy escasos aquellos que saben cuándo hablar y cuándo callar; raros, pero muy raros, aquellos que saben usar los silencios, las pausas en una entrevista. Pareciera que son poquísimos los que se atienen a las reglas de cortesía necesarias para una buena conversación periodística – que en esencia es un diálogo, no un embate o un atropello -, en la cual hay una lid de silencios, pausas y palabra hablada.

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Terroristas drogados, las nuevas tácticas de Hamas

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¿Debería ser obligatorio el debate presidencial?

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Pasión por la ignorancia: Cumbre plurinacional, bloqueo minero, paro cívico, cerco a Scz

Lo patético es que el Gobierno se ha tomado una caja de Ignorital. Acojonado de risa abraza, fervientemente, la pasión por ignorar el conflicto minero en la ciudad de La Paz, que la tiene bloqueada y sumida en caos; de la escasez de gasolina generado por sus propios esbirros monolíticos y descerebrados. El Gobierno, feliz y saltando en un campo de flores, minimiza los paros, aunque sean por 24 horas de otros departamentos como Trinidad, Tarija y Cochabamba reclamando un censo el 2023. Bailando, ha convocado a una cumbre “plurinacional” en Cochabamba para generar más conflicto y peleas sociales. Dividamos, confrontemos. Nosotros tenemos la verdad. Ellos no. Claro, nosotros tomamos Ignorital, ellos, en cambio, café negro.

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