Elaborado por: Javier Medrano CEO. Medrano & Asociados.
El principio – filosófico - de la política es meridiano: El reconocimiento de la pluralidad, del otro y de la diversidad de pensamiento. Se trata de un hecho ineludible, taxativo. No es opcional o electivo. Es una condición sine qua non del ejercicio de la política que construye sus bases en la aceptación del adversario político. De lo contrario, estaríamos cayendo en un totalitarismo.
Un segundo principio fundamental es reconocer que el ejercicio de la política es inherente al ser humano. Por lo tanto creer que la actuación política es de exclusividad de quienes son o forman parte de una partido o de un movimiento, es una falacia peligrosa. Todos hacemos política y ejercemos dicho derecho consagrado en la Carta Magna y en los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Incluso es nuestro deber social hacer política en defensa de nuestros derechos como individuos y como parte activa en la construcción de una sociedad democrática.
Sólo en los regímenes comunistas, marxistas y leninistas el ejercicio de la política era de exclusividad de un grupo selecto – poilt buró – que gozaban de beneficios y cargos discriminando al vulgo y castigando a quienes desde su individualidad intentaban hacer respetar sus derechos a la libre expresión, al libre albedrío y al ejercicio de la política. A ellos sólo les quedaba como destino la cárcel, el destierro o la muerte.
Por eso, cuando escuchen vociferar a una autoridad reclamando o “denunciando” que se está haciendo política o insta a los ciudadanos a dejar de hacer política, en el fondo esta diciendo que quienes detentan el poder, tienen el monopolio de la política, lo que es una afrenta y una violación a los derechos humanos. Son un reflejo de su intolerancia y su mirada despótica.
Hoy los esperpentos marcan la política diaria. De uno y otro bando. Y todos pusieron “patas arriba” la agenda pública e instalaron en la mente de la población de que “esto es lo que hay” y todo lo que no esté alineado a esa visión monoteísta es un enemigo, derechista, neoliberal, fascista o racista. Una sobre simplificación de la realidad absurda e ignorante.
El gobierno se equivoca. Este y otros. Y es triste constatar que la imbecilidad y la intolerancia viene de todos lados, y lo grave es que la actual administración se empecina en confundir la política con construir enemigos, con castigar antes que discutir y encontrar consensos. Cree que el diálogo es debilidad. Asume que concertar es perder. Prefiere multiplicar enemigos, golpear la mesa y mostrarse duro, cuando en realidad es una mazamorra que se escurre cada día.
Como el perro de Pavlov, el gobierno responde instintivamente, por reflejo y no por reflexión. Frente a un desafío o dificultad que presenta la realidad, actúa mecánicamente y su postura se convierte en una zarandaja. Por eso, azuza la confrontación, el control punitivo, persigue, arresta, amenaza y; finalmente, como resultado, se aisla en su burbuja de certezas falsas y mentirosas. Queda en evidencia.
Estamos desgobernados. El Gobierno no solo construye enemigos retóricos, sino también enemigos reales. Multiplica sus pugilatos ciegos. Cree que así se muestra más fuerte. Suma viejos y nuevos adversarios, rompe el fundamento de la política y el respeto a la pluralidad. Se convierte en un gorila torpe que se pelea, incluso, ahora, hasta con su propia imagen e identidad: el MAS de Evo Morales.