Elaborado por: Javier Medrano Director y CEO de la agencia.

Estamos secuestrados por cleptómanos y cacócratas



El informe anual de la revista británica 'The Economist' sobre la salud de las democracias en el mundo es un sopapo. Las democracias liberales están en retroceso. Los malos están ganando.

Con la invasión de Rusia a Ucrania, las libertades están seriamente amenazadas por los sistemas autoritarios. El panorama es particularmente crítico, porque se trata de un avance constante y sostenido hacia atrás. Los procesos electorales, el respeto y tolerancia hacia el pluralismo, el funcionamiento altamente deficiente y corrupto de los gobiernos, el monopolio de la participación política y la débil cultura política, entendida como la participación proactiva de los ciudadanos en defensa de sus derechos y sus libertades civiles, están en franca caída libre.

Las democracias con mayor riesgo son las latinoamericanas que, en los últimos seis años, obtuvieron su peor puntaje. El estudio ubica a los Estados en cuatro categorías: democracia plena, liderado por los países nórdicos; la segunda, la democracia imperfecta, en la que nos encontraríamos como país y casi muy cercanos a la tercera condición, la de un régimen híbrido y; por último, el régimen autoritario que tiene a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, Turquía como sus máximos representantes.

Estos elementos provocan un marcado malestar social, que se debe entender como una poderosísima señal de alerta sobre el deterioro de las condiciones fundamentales que permiten la vida en sociedad y la construcción de un proyecto común.

El ciudadano está en un estado de hastío hacia sus instituciones, hacia sus gobernantes, hacia su policía, hacia su justicia y hacia sus autoridades nacionales, municipales y departamentales. De acuerdo con estudios, cerca del 79% de la población considera que su país es gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio, pero jamás en beneficio de la sociedad en su conjunto.  

¿Qué es lo que está pasando?

Estamos ateridos a una conciencia de inseguridad, de desprotección frente a un sistema judicial corrupto y politizado; amarrados a la firme constatación de medidas arbitrarias que atentan contra el bienestar común que sólo favorecen a contrabandistas, comerciantes, micreros sindicalizados, loteadores y a toda una economía informal, en desmedro directo de los ciudadanos legales y respetuosos de la ley.

Estamos encarcelados por una cacocracia - el gobierno de los malos, ineptos e incompetentes - degradada y caótica, que repelen a los profesionales talentosos y les abren paso a los peores ciudadanos para el ejercicio de unas funciones públicas.

Los ladrones e ineptos se están encaramando en los gobiernos. Para los expertos, esta degradación alcanzó niveles “dignos de los tiranos de la antigüedad”. Y su mediocridad se ven amplificadas por la globalización, la tecnología y la complejidad de la sociedad. Son cacócratas globales. Conocidos por todo el mundo.

La cleptocracia, por su parte, ahora es un sistema donde el Gobierno es cómplice y se organiza de manera deliberada para enriquecerse —y usar las fortunas acumuladas para perpetuarse en el poder—. Para los cleptócratas el bien común y las necesidades de la población son objetivos secundarios y solo merecen atención cuando están al servicio de lo más importante: engordar sus fortunas y seguir mandando.

El peligro es mayor cuando coinciden los cleptócratas y los cacócratas y entre ellos se refuerzan, se aúpan y se protegen. Putin y sus amigotes, Maduro, Ortega, los Kirchner, los Castro, Erdogan, Morales. Las compras irregulares de ambulancias, de ítems fantasmas, de sobre precios, de industrias quebradas, de estatizaciones mediocres, el tráfico de tierras, el contrabando y el narcotráfico. Todos en mayor o menor escala, forman parte de un club infame y muy selecto de ladronzuelos y zopencos  que con sus maledicencias nos tienen secuestrados.

Que tu lengua no atropelle a tu cerebro

Por otro lado, a mi juicio, también deberíamos comprender el valor del diálogo y sus silencios. No de estar “silenciado”, ojo. Lo aclaro para cualquier despistado. El silencio es una bendición, un bálsamo. Son muy escasos aquellos que saben cuándo hablar y cuándo callar; raros, pero muy raros, aquellos que saben usar los silencios, las pausas en una entrevista. Pareciera que son poquísimos los que se atienen a las reglas de cortesía necesarias para una buena conversación periodística – que en esencia es un diálogo, no un embate o un atropello -, en la cual hay una lid de silencios, pausas y palabra hablada.

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Terroristas drogados, las nuevas tácticas de Hamas

En todas las guerras, desde siempre y desde que se tiene noticias, los soldados salían al campo de batalla, embebidos en alcohol o bajo alguna sustancia alucinógena. Había que cargar valor, fuerzas y mucho coraje para enfrentar a la muerte, mirarla a los ojos, para luego morir de manera honrosa. Y no como un cobarde que huye, despavorido, del filo de las lanzas.

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El massismo argentino versus el masismo boliviano

La elección presidencial está muy lejos de terminar. Ahora la segunda batalla será este 19 de noviembre donde, esta vez, sólo será entre ellos dos y que se enfrascarán en una pelea durísima en el electorado argentino. Uno siendo parte activa de un gobierno mediocre e ineficiente y otro que jamás estuvo en cargo público y que promete volar por los aires a todo lo que tenga una relación directa o indirecta con el peronismo o, peor aún, algún vínculo con el kirchnerismo.

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¿Debería ser obligatorio el debate presidencial?

Ningún acto de campaña, spot publicitario ni posteo en redes sociales reemplaza el juego de opiniones en un abierto intercambio de ideas. Ninguno. Nada hay más productivo que este encontronazo de candidatos. De lucha de fuerzas. De credibilidades. De firmezas o debilidades. Un debate es, de lejos, el mejor acto democrático que puede haber.

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Pasión por la ignorancia: Cumbre plurinacional, bloqueo minero, paro cívico, cerco a Scz

Lo patético es que el Gobierno se ha tomado una caja de Ignorital. Acojonado de risa abraza, fervientemente, la pasión por ignorar el conflicto minero en la ciudad de La Paz, que la tiene bloqueada y sumida en caos; de la escasez de gasolina generado por sus propios esbirros monolíticos y descerebrados. El Gobierno, feliz y saltando en un campo de flores, minimiza los paros, aunque sean por 24 horas de otros departamentos como Trinidad, Tarija y Cochabamba reclamando un censo el 2023. Bailando, ha convocado a una cumbre “plurinacional” en Cochabamba para generar más conflicto y peleas sociales. Dividamos, confrontemos. Nosotros tenemos la verdad. Ellos no. Claro, nosotros tomamos Ignorital, ellos, en cambio, café negro.

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Política, del arte de lo imposible, al arte de la torpeza

Por lo tanto, la democracia liberal, en sus ciclos de baja calidad y de altísimo progreso social e institucional, ha perdurado y ha regresado repetida y reiteradamente porque a las personas de diversas culturas no les gusta vivir bajo una dictadura o bajo un tiranillo de turno. Y esa es, por ejemplo, el principal valor y coraje del pueblo ucraniano para luchar cada día en defensa de su país de sus vecindarios, de sus tierras, frente a un ejército ruso obligado y desmoralizado.

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Un gobierno disociado y dislocado de los bolivianos

Embutidos en su burbuja de Plaza Murillo, los administradores del poder sólo ven enemigos, golpistas, imperialistas y una sarta de imbecilidades que sólo les sirve para mantener una narrativa desgastada, hueca, absurda, desfasada y dislocada de la realidad. Mientras que la incertidumbre respecto del futuro de la economía, la inseguridad laboral, los cambios permanentes de la seguridad jurídica para atraer inversiones o de los permanentes ataques al sector privado – generador de economía por excelencia – el Gobierno mira su ombligo y avanza con reformas discrecionales que solamente importan a algunos de sus correligionarios y se aleja, peligrosamente, de una sociedad que ya le está pasando factura.

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El otro conflicto moral en Ucrania: el periodismo de guerra

Una tarde infernal en Sudán – en África, allá por 1993 – el fotógrafo sudafricano Kevin Carter, apuntó su lente en un niño famélico, agonizante, en medio de un basural, enroscado y con la cabeza enorme y pesada casi besando el suelo, entregado a la muerte. Cerca del niño, de apenas tres años, alzaba sus alas amenazantes un buitre, esperando la oportunidad para clavar la estocada final. El fotógrafo esperó y graficó la escena. Aquella tragedia capturada, tiempo después, le significó ganar un premio Pulitzer. El niño murió, no por el buitre sino por otras enfermedades meses después. El debate se abrió sobre el código de ética del periodismo y del camarógrafo por no auxiliar al niño. Fue fustigado, condenado y ya harto por tanta presión, se suicidó.

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