Elaborado por: Javier Medrano Director y CEO de la agencia.

La crisis no es una forma de vida



No es normal creer que la inestabilidad es parte de nuestras vidas. No es normal aceptar que las crisis conviven con nosotros y, por lo tanto, debemos aceptarla. No es normal que la incertidumbre dibuje nuestro camino de vida. No es normal que aceptemos como válido que en nuestro país y en nuestra sociedad nada sea previsible y el cambio constante de las reglas de juego y la sensación diaria de inestabilidad conspiren contra nuestra planificación, ahorro de energía, el entusiasmo y ganas de progresar y de generar bienestar siempre estén en riesgo. ¡No es normal!

Esta vida esmirriada lo único que provoca en nuestra forma de concebir el futuro es la de acceder siempre a sueños rotos, a una permanente frustración y desánimo que afectan la solidez de nuestro tejido social. Es un sálvese quien pueda.
El consumo de noticias negativas -y a las que nos acostumbramos a diario sin darnos cuenta- dañan nuestra psiquis y el pesimismo se apodera de nuestra manera de vivir.

Construimos pesares y desgracias en nuestras espaldas. Tampoco se trata de negar una realidad, pero sí la de acceder a ciertas certezas de que se está trabajando para revertir estos escenarios tan negativos.

El cambio constante en las reglas de juego y la sensación cotidiana de inestabilidad conspiran contra la planificación, pero también contra el entusiasmo, la pasión y las ganas de superación. La corrupción es uno de los aceleradores más eficientes contra el emprendedurismo, desalientan el trabajo legal. Decapitan la formalidad. Son un puñetazo en el estómago a los honestos en este país.

No es normal. No podemos decirnos a nosotros mismos que este es un país donde nada es seguro ni previsible, en el que todas las variables -inevitablemente- navegan a la deriva y el horizonte es negativo y que se nos viene encima como una mazamorra imposible de sortear. El Estado, en lugar de brindarnos certidumbre y seguridad, es una piraña que hoy muerde al vecino y mañana te arrancará un pedazo a ti.

Vivimos en sobresaltos porque no tenemos dinero, contactos o amigos en el poder que nos libren de los abusos de la justicia, de la Policía, de los contrabandistas, de los micreros extorsivos, de los políticos, de los ladronzuelos de turno y de una sarta de sátrapas que detentan poder. Aunque sea un pequeño poder, para acometer abusos.

Esta sensación de indefensión alimenta un pesimismo colectivo que nubla nuestra visión sobre el futuro. Que incluso llega a negar la existencia de uno posible. Ninguna familia puede proyectar su futuro con tranquilidad y ningún joven profesional o estudiante universitario encuentra un mínimo sentido de coherencia entre ser profesional o dedicarse a un trabajo informal que el reditúe dinero fácil. Esta generación será recordada como la que menos oportunidades tuvo para acceder a trabajos formales y con aspiración. La generación que no tuvo el apoyo y las oportunidades para progresar. La generación a la que no se le brindó certidumbre en su futuro mediato. Si no me cree, vea a los tiktokeros narcos: jóvenes pisando coca, farseando fajos de dinero, autos de lujo. Toda una generación chapareña contaminada por la droga, sin futuro.

No es normal que nos levantemos todos los días sabiendo que estas ilegalidades institucionalizadas nos roban nuestro esfuerzo y que, al final del día, no sepamos cuánto vale nuestro trabajo o si valió la pena ser formal en este país.

Esta cultura de la crisis, sin duda alguna, erosiona, dinamita, carcome todas las posibilidades de estabilidad, de previsibilidad, de orden, de bienestar social. Revienta por los aires cualquier posibilidad de armonía social. Muchos nos preguntamos si tiene algún sentido aportar legalmente a este país, por lo menos desde nuestra fuente diaria de trabajo. ¿Vale la pena? ¿A sabiendas que la informalidad, el narco, la inseguridad, el abuso de poder, la corrupción vendrá por ti y por tus sueños? La incertidumbre devora nuestras energías y desvía nuestra creatividad. Concentramos nuestro ingenio en perder lo menos posible y no en la ambición sana de crecer en todos los sentidos.

Nos ponemos todo el tiempo a la defensiva, sin saber por dónde vendrá el manotazo. Los que tienen un capital legal y honesto que proteger están más pendientes de encontrar un salvavidas que de seguir invirtiendo. Es una cultura enfermiza estimulada desde el poder mediante una ideología patológica que aviva los resentimientos más primitivos. ¡Y eso no es normal!

Que tu lengua no atropelle a tu cerebro

Por otro lado, a mi juicio, también deberíamos comprender el valor del diálogo y sus silencios. No de estar “silenciado”, ojo. Lo aclaro para cualquier despistado. El silencio es una bendición, un bálsamo. Son muy escasos aquellos que saben cuándo hablar y cuándo callar; raros, pero muy raros, aquellos que saben usar los silencios, las pausas en una entrevista. Pareciera que son poquísimos los que se atienen a las reglas de cortesía necesarias para una buena conversación periodística – que en esencia es un diálogo, no un embate o un atropello -, en la cual hay una lid de silencios, pausas y palabra hablada.

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Terroristas drogados, las nuevas tácticas de Hamas

En todas las guerras, desde siempre y desde que se tiene noticias, los soldados salían al campo de batalla, embebidos en alcohol o bajo alguna sustancia alucinógena. Había que cargar valor, fuerzas y mucho coraje para enfrentar a la muerte, mirarla a los ojos, para luego morir de manera honrosa. Y no como un cobarde que huye, despavorido, del filo de las lanzas.

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El massismo argentino versus el masismo boliviano

La elección presidencial está muy lejos de terminar. Ahora la segunda batalla será este 19 de noviembre donde, esta vez, sólo será entre ellos dos y que se enfrascarán en una pelea durísima en el electorado argentino. Uno siendo parte activa de un gobierno mediocre e ineficiente y otro que jamás estuvo en cargo público y que promete volar por los aires a todo lo que tenga una relación directa o indirecta con el peronismo o, peor aún, algún vínculo con el kirchnerismo.

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¿Debería ser obligatorio el debate presidencial?

Ningún acto de campaña, spot publicitario ni posteo en redes sociales reemplaza el juego de opiniones en un abierto intercambio de ideas. Ninguno. Nada hay más productivo que este encontronazo de candidatos. De lucha de fuerzas. De credibilidades. De firmezas o debilidades. Un debate es, de lejos, el mejor acto democrático que puede haber.

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Pasión por la ignorancia: Cumbre plurinacional, bloqueo minero, paro cívico, cerco a Scz

Lo patético es que el Gobierno se ha tomado una caja de Ignorital. Acojonado de risa abraza, fervientemente, la pasión por ignorar el conflicto minero en la ciudad de La Paz, que la tiene bloqueada y sumida en caos; de la escasez de gasolina generado por sus propios esbirros monolíticos y descerebrados. El Gobierno, feliz y saltando en un campo de flores, minimiza los paros, aunque sean por 24 horas de otros departamentos como Trinidad, Tarija y Cochabamba reclamando un censo el 2023. Bailando, ha convocado a una cumbre “plurinacional” en Cochabamba para generar más conflicto y peleas sociales. Dividamos, confrontemos. Nosotros tenemos la verdad. Ellos no. Claro, nosotros tomamos Ignorital, ellos, en cambio, café negro.

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Política, del arte de lo imposible, al arte de la torpeza

Por lo tanto, la democracia liberal, en sus ciclos de baja calidad y de altísimo progreso social e institucional, ha perdurado y ha regresado repetida y reiteradamente porque a las personas de diversas culturas no les gusta vivir bajo una dictadura o bajo un tiranillo de turno. Y esa es, por ejemplo, el principal valor y coraje del pueblo ucraniano para luchar cada día en defensa de su país de sus vecindarios, de sus tierras, frente a un ejército ruso obligado y desmoralizado.

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Un gobierno disociado y dislocado de los bolivianos

Embutidos en su burbuja de Plaza Murillo, los administradores del poder sólo ven enemigos, golpistas, imperialistas y una sarta de imbecilidades que sólo les sirve para mantener una narrativa desgastada, hueca, absurda, desfasada y dislocada de la realidad. Mientras que la incertidumbre respecto del futuro de la economía, la inseguridad laboral, los cambios permanentes de la seguridad jurídica para atraer inversiones o de los permanentes ataques al sector privado – generador de economía por excelencia – el Gobierno mira su ombligo y avanza con reformas discrecionales que solamente importan a algunos de sus correligionarios y se aleja, peligrosamente, de una sociedad que ya le está pasando factura.

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El otro conflicto moral en Ucrania: el periodismo de guerra

Una tarde infernal en Sudán – en África, allá por 1993 – el fotógrafo sudafricano Kevin Carter, apuntó su lente en un niño famélico, agonizante, en medio de un basural, enroscado y con la cabeza enorme y pesada casi besando el suelo, entregado a la muerte. Cerca del niño, de apenas tres años, alzaba sus alas amenazantes un buitre, esperando la oportunidad para clavar la estocada final. El fotógrafo esperó y graficó la escena. Aquella tragedia capturada, tiempo después, le significó ganar un premio Pulitzer. El niño murió, no por el buitre sino por otras enfermedades meses después. El debate se abrió sobre el código de ética del periodismo y del camarógrafo por no auxiliar al niño. Fue fustigado, condenado y ya harto por tanta presión, se suicidó.

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