Elaborado por: Javier Medrano CEO. Medrano & Asociados.
El pasado domingo, se batieron todos los récords históricos en Chile. Más de 8 millones de chilenos eligieron – en un país donde el voto es voluntario -, entre el ultraderechista José Antonio Kast (55) y el ultraizquierdista Gabriel Boric (35). Los jóvenes salieron en patota a sufragar, en una segunda vuelta, y colgaron el martillo y la hoz en un listón que hasta los más rojos nunca pensaron alcanzar.
A las élites y a los partidos de centro derecha, que casi monopolizaron el poder político por más de 45 años, se les abrió el piso y hasta ahora no hallan un asidero para detener su caída. El golpe será durísimo.
Pero esta no fue la primera victoria de los comunistas chilenos. El primer golpe lo dieron con la apertura de la carta magna redactada durante el régimen de Augusto Pinochet. Previa toma de las calles delincuencialmente. Consideraron que era una afrenta vivir bajo su articulado y no les importó que durante más de cuatro décadas fuese la base para una estabilidad y crecimiento social y económico envidiables en la región. Chile era un ejemplo. Un referente. El nuevo rico en el vecindario pobre de Latinoamérica a quien envidiar y a quien joder, por supuesto. Había que dinamitar ese acuerdo social por otro plagado de ismos y acuerdos imposibles. No todos pueden tener sólo derechos. No todos pueden tener sólo privilegios. No todos pueden esperar prosperidad con bonos del Estado o sueldos igualitarios. No todos pueden tener sólo inclusión. Los sueños de los políticos socialistas son la pesadilla de las sociedades.
El plan estaba funcionando. Incluso hasta para los más escépticos. El Socialismo del Siglo XXI fijó la ruta y el Grupo de Puebla, después, alistó los clavos y el martillo. El premio mayor estaba cerca y todavía con la resaca de la asamblea constituyente, abrieron una caja de pandora en las faldas de la cordillera de Los Andes, con pututus y pachamamismos. Acogieron a los demonios que andan sueltos en Venezuela, Cuba, Nicaragua, Perú, Bolivia y Argentina y los bautizaron con su nueva plurinacionalidad en La Moneda. Chile ya forma parte de la selecta fotografía en la que al medio harán posar al muchacho Boric abrazado por Maduro, Morales, Castillo, Diaz-Canel y Fernández, junto a una recua de gorrineros españoles e ideólogos de todo este movimiento continental del socialismo: Zapatero e Iglesias incluidos.
Hoy es muy probable que con su nueva constitución y sus nuevos inquilinos hagan que el país más próspero, llegue a ser pobre, más corrupto y menos libre, al igual que sus actuales vecinos socialistas. Será un camino igualitario a la baja.
Chile logró un crecimiento de 4,8% en el primer semestre de 2018, el mejor de América Latina. El FMI estima que en 2022 Chile será el primer país de la región en alcanzar un PIB per cápita de US$30.000, similar al de algunas naciones europeas como Hungría o Portugal.
Chile tiene el porcentaje más bajo de pobreza de la región: 8.6%. Su inflación es la más baja con un 3% y presenta una tasa del 7% de desempleo. Cifras que a más de un político comunista le provoca salpullido. Cuba y Venezuela tienen la tasa más alta de pobreza: 97%. Argentina tiene su economía en banca rota y Bolivia sufre de una profunda desigualdad social, informalidad económica y un narcotráfico galopante. Nicaragua es un totalitarismo y Perú un remedo de país.
La primera pista de ralentización de Chile se tuvo con la presidenta socialista Michelle Bachelet (2014-18) que gravó impuestos más altos e impuso una fuerte regulación a la economía y junto a las fuertes dosis de adoctrinamiento marxista en las universidades públicas chilenas y la trampa de "igualdad" de ingresos promovido por varios intelectuales inclinaron al país hacia la izquierda. La gente prosperó, pero también provocó enojos y ronchas. Los sentimientos de bienestar y seguridad disminuyeron y el bosque político chileno se llenó con la yesca seca del idealismo colectivista.
Chile tiene el porcentaje más bajo de pobreza de la región: 8.6%. Su inflación es la más baja con un 3% y presenta una tasa del 7% de desempleo. Cifras que a más de un político comunista le provoca salpullido. Cuba y Venezuela tienen la tasa más alta de pobreza: 97%. Argentina tiene su economía en banca rota y Bolivia sufre de una profunda desigualdad social, informalidad económica y un narcotráfico galopante. Nicaragua es un totalitarismo y Perú un remedo de país.
La primera pista de ralentización de Chile se tuvo con la presidenta socialista Michelle Bachelet (2014-18) que gravó impuestos más altos e impuso una fuerte regulación a la economía y junto a las fuertes dosis de adoctrinamiento marxista en las universidades públicas chilenas y la trampa de "igualdad" de ingresos promovido por varios intelectuales inclinaron al país hacia la izquierda. La gente prosperó, pero también provocó enojos y ronchas. Los sentimientos de bienestar y seguridad disminuyeron y el bosque político chileno se llenó con la yesca seca del idealismo colectivista.